«Muy altos eran, y la dama no menos alta que el señor, y hermosos y graves. Estaban vestidos de blanco y los cabellos de la dama eran de oro y los cabellos del señor Celeborn eran de plata, largos y brillantes; pero no había ningún signo de vejez en ellos, excepto quizás en lo profundo de los ojos, pues éstos eran penetrantes como lanzas a la luz de las estrellas y sin embargo profundos, como pozos de recuerdos».

«El espejo de Galadriel» en El Señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien.